domingo, 17 de julio de 2011

JSánchez: “Metemos el dedo en la llaga pero también la acariciamos”


Jessica Sánchez caminando por la acera de un edificio en el centro de SPS.
El título de esta entrevista bien podría generar alguna mueca de disgusto en algunos lectores pero precisamente esa mueca es la que escritores como Jessica Sánchez se proponen conseguir. Temas como el abuso sexual o la violencia contra las mujeres atraen a esta autora pero lo suyo ya no es la queja plana o el llanto desconsolado, elementos fácilmente identificables en la narrativa femenina hondureña de los últimos años; lo suyo es una literatura que contiene, al mismo tiempo que una denuncia, la carga de toda su experiencia como lectora y sobre todo, la de la experiencia de su vida.
¿Por qué hay tan pocas mujeres escribiendo o publicando narrativa en Honduras?
Creo que es por las limitaciones que tenemos las mujeres en el medio, las que tienen que ver con el trabajo reproductivo, con el cuidado de los hijos. Ésta es una sociedad en la que las mujeres estamos luchando por encontrar un lugar.
En ese sentido, ¿las mujeres tienen más dificultades que los hombres para publicar un libro en Honduras?
Yo creo que en esto es prácticamente igual; estamos en un país que no promociona la literatura. El tema con las mujeres es que no llegamos ni siquiera a presentar los trabajos. Por lo que he investigado, las mujeres escribimos para nosotras mismas, nos cuesta más porque no somos más juezas de nosotras mismas.
¿Existe un vínculo entre tus trabajos relacionados con la defensa de los derechos de la mujer y el oficio literario?
Creo que el estar trabajando en temas de género da una mirada feminista a los textos literarios y hace que tome fuerza la necesidad de impulsar tu trabajo literario y el de otras compañeras, para no quedarnos postergadas detrás del biombo.
El eterno dilema de muchos es si pesa más la literatura con sus motivaciones intrínsecas o aquella que está comprometida con su contexto. En tu caso, ¿qué pesa más?
Es un ensamblaje de cosas. En nuestra generación no podemos escribir sin tener en cuenta el contexto. Ya nuestro propio contexto es una denuncia, nosotros escribimos más allá de lo posmoderno. Creo que si hay una línea que nos distingue es la de una literatura más urbana, más dura, que no podemos escribirla sin dar cuenta del contexto en el que nos movemos. Los cuentos de mi libro tienen temas de abuso sexual o de violencia contra las mujeres pero no fueron planteados así, no desde una perspectiva feminista sino desde mi experiencia urbana marginal y desde mi experiencia literaria.
¿Creés que esta nueva generación de escritores a la cual pertenecés esté conectando mejor con su contexto social?
Sí, porque por ejemplo, las escritoras mayores que yo están interesadas en temas como la cocina, pero eso no va conmigo, me crié con realidades más duras, no hubo una abuelita que me sobara la cabeza. Por otra parte, creo que pertenezco a una generación de hijos de la guerra, con todas sus convulsiones sociales. Crecí en un mundo de paranoias, de miedo, en el que se necesita de mucho valor para vivir y eso nos hace conectar mejor con los lectores de ahora.
¿Qué particularidades existen en el hecho de pertenecer a la última generación de narradores de la costa norte de Honduras?
Yo no había pensado tanto en eso sino hasta que apareció el libro Entre el parnaso y la maison. Leyéndolo y leyendo el prólogo vi que había una línea común, vi que era una literatura que no se quiere congraciar con el lector, que plantea la realidad tal como es, que es muy urbana y que cuando toca el tema de la ruralidad lo hace en un conflicto con la urbanidad. La generación anterior hizo su denuncia de la guerra, de las desapariciones pero se quedó ahí, mientras que nosotros vamos más allá, nosotros exploramos, metemos el dedo en la llaga pero también la acariciamos, somos parte de ella.
Partiendo de ahí, ¿cómo ves el futuro inmediato para la literatura hondureña?
La nueva narrativa está en la costa norte y creo que estamos empezando a romper con esa idea de que todo lo importante ocurre en Tegucigalpa. La cultura se ha centralizado en la capital durante mucho tiempo pero creo que al menos en la narrativa es la costa norte la que lleva la delantera y el futuro inmediato pinta mejor para esta zona que para la zona central.
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